Las prácticas filosóficas buscan generar una experiencia en uno mismo y en el otro: ya sea consultante, grupo, equipo de trabajo, niños o jóvenes en una institución o fuera de ella. Esta experiencia incluye una puesta en escena de principios que operan en las personas y grupos, desde sus intuiciones acerca de la realidad, hasta sus acciones concretas, mediando esto con el discurso y la consciencia que de ello pueda generarse. La experiencia producida, implica la utilización de la pregunta y la indagación, el desafío de pensar la realidad como algo misterioso y nuevo que puede descubrirse y re-aprenderse, despertando nuestra curiosidad.
En una práctica filosófica se diseñan planes de acción y se los lleva a cabo para producir relaciones entre el discurso y los propios actos. Al mismo tiempo, las modalidades dialógicas empleadas favorecen la mejora en los vínculos entre los individuos y en la comunicación clara y efectiva.
Algunos de los beneficios que se obtienen de la práctica filosófica son: